Reflexionar para educar

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Reflexionar para educar

La manera cómo los padres se relacionan con los hijos es lo más importante. Hay que recordar que no siempre se pueden aplicar las mismas estrategias para todos los hijos.

Unos padres más que a otros, de tanto en tanto, tenemos la sensación de que se nos escapan ciertas cosas en la relación con nuestros hijos. Incluso a veces no sabemos por dónde coger las situaciones y eso nos hace sentir desconcertados y perdidos. Las prisas del día a día tampoco ayudan, ni la falta de tiempo o la falta de energía para dedicarnos tanto como quisiéramos.

¿Es eso normal? Y ahora… ¿qué tengo que hacer? Siempre nos parece que la respuesta debe ser inmediata, que las cosas no se pueden dejar pasar y que tenemos que tener una respuesta adecuada en ese preciso momento. Pero a pesar de toda la literatura existente sobre educación y crianza, no hay un documento de preguntas frecuentes, ni manual para resolver todas las dudas, como tampoco existen fórmulas mágicas.

Hay que aceptar que no hay respuestas para todo. Siempre se le puede plantear al hijo que los padres no tienen todas las respuestas y que a veces se necesita tiempo para reflexionar. Eso significa parar y ver con perspectiva cómo es el hijo, qué necesidades tiene en cada momento y qué le podemos ofrecer como padres.

La propuesta es por tanto educar con calma, un modelo de educación reflexiva que prioriza la manera como los padres se relacionan con los hijos más que cualquier otra cosa. Este modelo se basa en ser flexible y comprensivo, aceptar la manera de ser de nuestros hijos y nuestra manera de ser como padres. Es aplicable a cualquier tipo de padre, cualquier tipo de hijo y cualquier tipo de circunstancia familiar que se esté viviendo.

 

Los 10 principios de la educación reflexiva

  1. La relación entre padres e hijos es lo más importante. Por encima de las notas, las extraescolares, los límites, incluso de la disciplina. Hay que recordarlo.
  2. No hay padres perfectos, ni maneras de educar correctas. No hay fórmulas mágicas, se trata de encontrar respuestas propias y confiar en la propia capacidad de encontrar la manera de gestionar cada situación.
  3. Aceptar la incerteza y que no lo sabemos todo. No hay una única manera de mirarse las cosas y aceptarlo nos ayuda a ser menos rígidos y nos evita reaccionar de manera automática.
  4. Mirar el mundo desde la perspectiva de padres pero también desde la perspectiva de nuestros hijos. Los hijos no suelen mirarse las cosas de la misma manera que los padres. Eso quiere decir que si somos capaces de ponernos en su lugar, se sentirán mucho más comprendidos.
  5. Ser flexible y que los hijos se den cuenta. Nadie tiene todas las respuestas, y de hecho nuestros hijos tampoco necesitan que lo sepamos todo. Si prevemos diversas formas de comportamiento, nos adaptaremos mejor a las diferentes situaciones a la vez que enseñamos a nuestros hijos a hacerlo.
  6. Ayuda a tus hijos a regular sus emociones. Hay que poner límites, adecuados a la edad de los hijos y ayudarlos a contener sus impulsos a la vez que se comprenden sus sentimientos. Enseñarles que hay maneras de expresarlos que no son adecuadas.
  7. Enseña a tu hijo a ser autónomo y resilente. Es importante que aprendan que las dificultades y los malos momentos siempre se pueden afrontar y superar, que hay que perseverar ante las frustraciones, las decepciones y el sufrimiento.
  8. Hay que ser positivo y optimista. Hay que poner en valor los esfuerzos y las fortalezas de los hijos más que los problemas y las dificultades.
  9. No permitas que los conflictos con tus hijos vayan más allá de eso. Es normal enfadarse pero hay que vigilar no llegar a un punto en que el niño pueda sentirse solo y abandonado.
  10. Cada niño es distinto, y hay que adaptar la crianza a sus necesidades. No se pueden aplicar las mismas estrategias de crianza a todos los niños. Hay que adecuarlas a su manera de ser.

 

Los 5 pasos de la educación reflexiva

  1. Párate y baja el ritmo.
  2. Concéntrate en el momento para tomar consciencia de la situación.
  3. Observa el comportamiento de tu hijo, el tuyo y defínelos.
  4. Piensa en el significado del comportamiento de tu hijo y del tuyo.
  5. Todo ello ayuda a comprender mejor qué está pasando y eso ayuda a orientar tu respuesta adecuada.

 

Resumen: “Hay que criar al hijo que se tiene, no al que te gustaría haber tenido” y este modelo de educación reflexiva, nos puede ayudar a todos: padres e hijos.

 

 

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