¿Qué es una esofagitis eosinolílica?….Cuando cuesta tragarse la comida

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Kleiner Junge mit Halsschmerzen

La dificultad para tragar o disfagia se caracteriza por una disfunción en la secuencia de las fases oral, faríngea y esofágica del proceso de tragar. Puede tener diferentes causas y una de las causas más a tener en cuenta en Pediatría, si hay criterios clínicos que lo sugieran, es la Esofagitis Eosinofílica.

¿Qué es esto de la esofagitis eosinofílica?…

Se trata de una enfermedad crónica, mediada por nuestro sistema inmune, que produce una inflamación de la pared del esófago por unas células que se llaman eosinófilos (células que también están implicadas en procesos de alergia). En un niño sano no se deben encontrar en el esófago, por lo que su hallazgo, a partir de un determinado número, se considera diagnóstico de esofagitis eosinofílica.

Es más frecuente en niños con enfermedades alérgicas (rinoconjuntivitis alérgica, asma, dermatitis atópica y alergia alimentaria) y que tienen familiares de primer grado (padres o hermanos) que las padecen.

Es una entidad cuya prevalencia está aumentando llamativamente en los últimos años en nuestro medio, probablemente favorecido por un mayor conocimiento de la enfermedad y un aumento global de las enfermedades atópicas. Predomina en varones (3:1).

¿Qué clínica presentan estos niños?

La inflamación crónica de la pared del esófago altera su función, que es la de impulsar los alimentos hacia el estómago, lo que genera la aparición de los síntomas, que varían en función de la edad del niño.

Así en la etapa de lactante y niño preescolar, puede presentarse como síntomas de reflujo gastroesofágico con regurgitaciones, náuseas o vómitos, rechazo de ciertos alimentos, irritabilidad o tos con la alimentación…

En el niño mayor, los síntomas son más específicos, pudiendo presentar disfagia para sólidos (que puede ser intermitente), atragantamientos, impactación alimentaria (“sensación de atasco de la comida” en el esófago, con dificultad para el paso del alimento hacia abajo), náuseas o vómitos, dolor abdominal o torácico, carraspera, quemazón o tos con la alimentación.

Estos síntomas lleva al niño a desarrollar mecanismos para compensar y suprimir estas dificultades al alimentarse, como por ejemplo, que lo veamos comer muy lento, comer sólo trozos muy pequeños, ayudarse con agua tras cada porción de comida para tragar o evitar ciertos alimentos con texturas “difíciles de tragar”… todo ello conlleva a otros síntomas,  como pérdida de peso por una disminución de la ingesta de alimentos y afectar de manera importante a la calidad de vida del niño.

¿Cómo lo diagnosticamos?

Lo primero que se necesita es pensar en la enfermedad por parte del pediatra para detectarla, porque las compensaciones y adaptaciones que los pacientes pueden desarrollar en torno a la alimentación, dificultan la detección de esta disfunción esofágica.

Debemos recordar también que la asociación a otras enfermedades alérgicas y eso debe aumentar nuestra sospecha.

Será necesario realizar una endoscopia digestiva, ya en un centro especializado, donde  se observará el aspecto del esófago y las biopsias esofágicas confirmarán el diagnóstico

¿Cuál es el tratamiento?

Los objetivos del tratamiento incluyen la mejoría o resolución de los síntomas y la prevención de posibles complicaciones que pueden aparecer en los casos crónicos, si no se tratan, provocando estenosis o estrechamientos del esófago, mucho más frecuente en la edad adulta.

Las opciones de tratamiento incluyen:

– Tratamiento dietético: dietas de eliminación de los  alimentos implicados con más frecuencia en la esofagitis eosinofílica (leche, gluten, huevo y legumbres), inicialmente de la manera menos restrictiva posible.

– Tratamientos medicamentosos a controlar por el especialista.

La elección del tratamiento debe hacerse de modo individualizado para cada paciente y estos tratamientos deben mantenerse a largo plazo, con seguimiento hospitalario en una unidad de Digestivo infantil especializada en esofagitis eosinofílica, requiriendo controles clínicos, nutricionales y endoscópicos para un buen manejo de la enfermedad y prevención de las posibles complicaciones, a lo que ayuda un diagnóstico temprano en la infancia, cuya sospecha puede ya iniciarse desde el pediatra de atención primaria.

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