Son muchos los que piensan que la psoriasis es una enfermedad que sólo afecta a los adultos. Si bien la mayoría de los casos se producen entre los 15 y los 35 años, lo cierto es que un tercio de los adultos con psoriasis comenzaron a padecerla antes de los 18 años. Aunque no se trata de una enfermedad grave, la psoriasis en la infancia puede ser muy molesta y repercutir negativamente en el bienestar psicológico de los niños.
Pero, ¿qué es la psoriasis y por qué se produce?
La psoriasis es una enfermedad inflamatoria de la piel que se caracteriza por la presencia de lesiones abultadas de color rojizo, cubiertas por escamas blanquecinas que se desprenden con facilidad. Aunque la psoriasis no es contagiosa, sí es crónica. Esto significa que el paciente con psoriasis deberá convivir con la enfermedad toda la vida. A menudo sus síntomas tienden a prolongarse cierto tiempo, para luego desaparecer y reaparecer en forma de brotes. El tamaño, grosor y localización de las lesiones dependerá de cada paciente e incluso de cada brote, pues la reaparición de la psoriasis no tiene por qué afectar siempre a la misma zona del cuerpo.
Existen varios tipos de psoriasis, pero el más común, tanto en adultos como en niños, es el que se conoce como psoriasis en placas. Se caracteriza porque las lesiones se forman como placas bien diferenciadas que suelen afectar al cuero cabelludo, a la cara, los codos y las rodillas; aunque podrían aparecer en otras partes del cuerpo. La psoriasis en gotas es más común en la infancia y la adolescencia y se diferencia de la anterior en que las lesiones son más pequeñas (menos de 2 cm), muy numerosas y se distribuyen de forma irregular por todo el cuerpo, como si fuera una salpicadura. Suele aparecer tras alguna infección por estreptococos, como una faringitis.
Las causas de la psoriasis no están del todo claras, aunque el sistema inmunológico juega un papel esencial en el desarrollo de la enfermedad. La psoriasis se desarrolla cuando los linfocitos T, unas células encargadas de defender al organismo de microorganismos perjudiciales, comienzan a funcionar indebidamente y a atacar a la piel sana como lo harían en caso de que se produjese una infección. Esto provoca ciertos cambios en la epidermis, como la dilatación de los vasos sanguíneos de la piel y la aceleración del recambio celular. Así, células que normalmente se recambiarían cada 30 días lo hacen cada 4, lo que provoca que se acumulen en la piel y den lugar a esas escamas blanquecinas típicas de la psoriasis. Por qué se produce esta alteración del sistema inmunológico se desconoce, aunque hay factores que parecen estar asociados a este proceso:
- La genética. Aunque no se considera que la psoriasis sea una enfermedad genética, sí que se ha descubierto que existe una relación entre los antecedentes familiares y la probabilidad de sufrir la enfermedad. Así, los niños cuyos progenitores padecen psoriasis tienen un riesgo más alto (50%) de desarrollarla en algún momento de su vida.
- Las infecciones por estreptococo. Especialmente vinculado a la psoriasis de tipo guttata (psoriasis en gotas) está el haber sufrido una infección estreptocócica de las vías respiratorias altas, como una faringitis o una amigdalitis. Es más frecuente en niños y adolescentes.
- El estrés.
- El frío.
- Tener la piel reseca o agrietada y sufrir traumatismos cutáneos de forma recurrente, como quemaduras o arañazos.
- Consumir ciertos fármacos (como los corticoides sistémicos).
Convivir con la psoriasis puede ser un choque psicológico importante para el niño, no sólo por la incomodidad, dolor y picazón que le producen las lesiones cutáneas, sino porque su aparición en zonas visibles de la piel puede mermar su autoestima. Es importante que el niño reciba apoyo familiar, e incluso psicológico, a la hora de lidiar con su enfermedad.
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