¿Nenecitan los niños tomar VITAMINAS?

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vitaminas imagen¿Necesitan los niños tomar VITAMINAS?

Una de las principales dudas que surgen a los padres en cuanto a la alimentación y vida saludable de sus hijos es si necesitan tomar suplementos de VITAMINAS. Desde hace muchos años, popularmente se han atribuido algunos problemas, habituales en los niños, a la falta de vitaminas. Por ejemplo: niños que no tienen apetito o se enferman muy frecuentemente. Esto no es del todo así, como ahora mostraremos.

Los alimentos que se aportan a los niños en una dieta variada y equilibrada, en los países con recursos, son en general suficientes para satisfacer las necesidades que tienen de vitaminas. Pero existen algunas excepciones. Por ejemplo, el niño que padece alguna enfermedad crónica y no puede absorber dichas vitaminas de la dieta, o la dieta en algunas etapas de la vida (por ejemplo, la lactancia) que es deficitaria en alguna vitamina, o bien casos en que el propio niño, o la familia, ha escogido una dieta restrictiva en algún grupo de alimentos lo que predispone al déficit de determinadas vitaminas que solo se encuentran en ese grupo.

¿Qué son las vitaminas?

Las vitaminas son micronutrientes que provienen mayormente de la dieta y no las podemos sintetizar por nosotros mismos, sino que tienen que ser ingeridas. Una de ellas en concreto, la vitamina D, además necesita la exposición de nuestra piel a los rayos solares, para poderse metabolizar y hacer su función en nuestro organismo.

Existen varios grupos de vitaminas. Los que más se conocen son: la vitamina A, las vitaminas del grupo B, la vitamina C, la vitamina D mencionada anteriormente, la vitamina E y por último la vitamina K. Cada tipo de vitamina realiza una función en el cuerpo y su déficit o exceso produce una enfermedad de síntomas característicos.

La vitamina A se obtiene de la carne (muy abundante en hígado y riñón de animales, y presente en otras carnes), la leche o el queso. También se encuentra en las hortalizas naranjas (como la zanahoria) o los vegetales de hoja verde. Es indispensable para el crecimiento, la reproducción, el funcionamiento correcto de la vista y del sistema inmunológico, entre otros. Por eso en países subdesarrollados que no tienen acceso a esta variedad de alimentos se presentan los síntomas de déficit de vitamina A como son: la ceguera (inicialmente nocturna, luego total), retraso del desarrollo, diarrea, susceptibilidad a infecciones, anemia, apatía, hipertensión intracraneal y retraso mental. En algunos de estos países existen programas de prevención que suministran dosis altas de vitamina A a la población general.

Las vitaminas del complejo B intervienen en muchos procesos químicos que se dan en nuestro cuerpo. Se obtienen a partir de la leche, carne, huevos, algunas verduras de hoja verde y cereales enriquecidos principalmente. Los déficits de vitamina B pueden formar parte de la malnutrición, pero también se dan en personas generalmente bien nutridas pero que restringen algunos alimentos de su dieta, como los veganos (en concreto el déficit de vitamina B12 es propio de estos niños). La falta de vitamina B produce múltiples síntomas neurológicos, cardíacos, de la piel (pelagra por déficit de vitamina B3 o niacina), problemas visuales y del crecimiento (vitamina B2 o riboflavina), o anemia (vitamina B12 y ácido fólico), entre otros. Se han dado casos en nuestro país de niños alimentados al pecho hijos de madre vegana y a los que se les ha introducido una dieta vegana tras la lactancia, en los que se observó una degeneración progresiva del sistema nervioso grave incluso letal.

La vitamina C (también llamada ácido ascórbico) es una vitamina ampliamente conocida, que se obtiene de cítricos, frutos rojos, pimientos, tomates, melón y verduras de hoja verde. Aunque se le atribuye la fama de evitar resfriados, principalmente es antioxidante y ayuda a la absorción del hierro que proviene de alimentos no animales. En niños que no consumen frutas y verduras, o bien toman leche artificial no enriquecida como base de su dieta puede aparecer el déficit de vitamina C que se manifiesta como escorbuto. Esta enfermedad era antiguamente conocida por formar parte de las consecuencias de alimentaciones prolongadas sin alimentos frescos (por ejemplo: los marineros que hacían viajes largos en barco y no podían consumirlos). La falta de vitamina C produce huesos frágiles y dolorosos, problemas en encías y dientes, anemia y hemorragias (por ejemplo: sangrados por la nariz o las encías).

La vitamina D es una vitamina esencial para el desarrollo óseo, que se puede ingerir, pero también se sintetiza en nuestro organismo, gracias a la radiación solar, que hace que el precursor de esta vitamina se transforme en nuestra piel en la vitamina D “activa”. Los niños poco expuestos al sol (como los lactantes o niños que no suelen jugar al aire libre) o de piel oscura (la melanina reduce la formación de la vitamina D) tienen más riesgo de que les falte esta vitamina, y más aún si obtienen su dieta de madres con déficit de vitamina D (la leche materna es de por sí deficitaria en vitamina D, y además si la madre tuvo un déficit durante el embarazo, las cantidades de vitamina D que llegaron al feto a través de la placenta también fueron reducidas). La enfermedad más conocida debida a la falta de vitamina D es el raquitismo, y consiste en niños con mal crecimiento y huesos deformados, entre otros síntomas.

La vitamina E es una vitamina también antioxidante, pero se desconocen sus funciones bioquímicas en el organismo. Se obtiene de aceites vegetales, semillas, nueces, la margarina y verduras de hoja verde. Lo que sí se sabe es que cuando falta, produce anemia y alteraciones neurológicas, afectando al cerebelo (ataxia) lo que produce temblor, dificultad para caminar y caídas frecuentes.

La vitamina K es una vitamina imprescindible para el buen funcionamiento de la coagulación. Se obtiene también de aceites vegetales, verduras de hoja verde y algunas legumbres. Cuando el recién nacido tiene pocas reservas y inadecuada ingesta, se puede producir una enfermedad hemorrágica muy grave, siendo en ocasiones mortal.

¿En qué caso se necesitan entonces suplementos vitamínicos?

Ya que en una dieta variada el aporte suele ser suficiente, casi en ningún caso se deben administrar vitaminas a los niños. Las excepciones son:

  • Vitamina específica si existe déficit de alguna vitamina demostrado por una analítica.
  • Vitamina D: a todos los lactantes amamantados al pecho durante el primer año de vida, y también a los que reciben menos de un litro de leche artificial al día durante el mismo tiempo. Se administra en forma de gotas orales. La dosis es de 400 UI/día.
  • Vitamina B12: prácticamente a todos los niños con alimentación vegana. Se puede realizar antes una analítica si se desea conocer el nivel real de vitamina del que disponen.
  • Vitamina K: a todos los recién nacidos, en una inyección intramuscular.

Y los polivitamínicos, ¿en qué caso estarían indicados?

En realidad, casi en ningún caso. Una excepción a esto son los niños que presentan déficits en más de una vitamina, por ejemplo a causa de la desnutrición. Es importante remarcar que si se administran polivitamínicos en dosis inadecuadas y a niños que no presentan ningún déficit se puede producir HIPERVITAMINOSIS, lo que también tiene consecuencias graves sobre la salud, algunas de ellas incluso irreversibles.

Conclusión

Aunque los déficits de vitaminas pueden causar enfermedades graves, estos no son habituales en países desarrollados con acceso a alimentos variados, y no está justificada la administración de compuestos vitamínicos a la población infantil en general. Para evitar administrar fármacos innecesarios y que se produzca hipervitaminosis, hay que valorar cada caso en concreto para administrar la vitamina que corresponda, excepto en aquellos casos en que se conoce que administrarlas a la población general tiene un beneficio en cuanto a la salud pública, como es el caso de la vitamina D en lactantes, o la inyección de vitamina K a todos los recién nacidos. Así mismo se recomienda suplementar a los niños veganos con vitamina B12, siempre siguiendo control por su pediatra o nutricionista.

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